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viernes, 16 de enero de 2015

Zafiro: Capítulo 8

¡Hola! ¡Lamento mucho la demora! Es que esta parte era muy libre y me he permitido darle rienda suelta a la imaginación más de lo habitual haha Por esa razón he tardado más de lo habitual en escribir, lo siento. Pero como he prometido, aquí tenéis el capítulo 8.
Lo he hecho un poco más largo que el de ayer. Aviso, también que he cambiado un poco los diálogos que aparecen en el libro. En parte por que no los recordaba muy bien :')
Aprovecho para decir que hemos alcanzado los ¡300 seguidores en Facebook! ¡Muchas gracias a todos, chic@s! Y a los que no le habéis dado Me Gusta también os agradezco que estéis atent@s al blog y leáis mis invenciones. ¡Os quiero! Y ahora, sin más dilación, ¡el capítulo 8! Disfrutad y no dudéis en comentar ;D

¾ Bueno, se terminó el momento de amor fraternal ¾Dije, soltando a mi hermano y poniéndome erguido¾ Pero las palabras no van a devolver la comida a mi nevera ¾Añadí, cruzándome de brazos y dirigiéndole una mirada socarrona.
Él pareció entenderme enseguida y empezó a reírse.
¾ Vale, te acompañaré a comprar y así me familiarizo con la zona ¾Contestó, sonriente mientras se levantaba alisándose la camiseta¾. ¿Sabes qué es lo que quiero? Un buen capuchino. Tienes que enseñarme un lugar dónde los hagan extremadamente buenos, con espuma cremosa por encima, como a mí me gustan. ¾Empezó a fantasear sobre cómo debía ser su capuchino perfecto mientras se encaminaba hacia la entrada.
¾ ¡Eh! ¡Para el carro, amigo! ¾Advertí, colocándome delante de la puerta para impedirle el paso al exterior. En sus ojos verdes, como los míos, apareció un destello de confusión¾  ¿Te crees que va a ser todo tan fácil? Primero vas a matricularte en el St. Lennox ¾Informé, pensando en que no le sería tan duro adaptarse si tenía a alguien de confianza allí. Como Gwendolyn.
A mi hermano le cambió la cara radicalmente. Fue como una de esas pocas veces en las que mamá le decía que no a sus caprichitos. Sus ojos se apagaron y su sonrisa se borró de la cara. Casi parecía que iba a llorar.
¾¿Qué…? ¾Preguntó con voz débil¾ ¿Voy a ir al instituto? ¾Quiso saber, agarrándome por los hombros.
¾ Pues claro, espero que no creyeras de verdad que viniendo aquí te iba a dejar todo el día holgazaneando en el sofá y gastándome las reservas ¾Le lancé una mirada severa mientras me deshacía de sus manos.
Él quiso convencerme de que no lo apuntara, pero sus esfuerzos fueron en vano. Tras unos diez minutos de negociación llegamos a un acuerdo. Él se dejaría apuntar en ese instituto si yo a cambio lo dejaba a su aire (hasta cierto punto). Yo mismo rompería el trato si veía que faltaba a clase o hacía alguna gamberrada, por insignificante que fuese.
La primera parada fue el St. Lennox. Quería inscribirlo cuanto antes mejor. Fui directamente a hablar con mister Whitman y le expliqué la situación. El resto se lo dejé a él. Lo más seguro es que lograra que Raphael empezara las clases mañana mismo, ese hombre… Hay veces en las que parece otra persona y me produce escalofríos, pero era capaz de cualquier cosa, así que le confío plenamente la plaza de mi hermano.
¾ Prepárate para mañana, seguramente te informarán del sistema de este centro y te darán el uniforme. Así que empezarás las clases pronto.
Para él no parecían muy buenas noticias, pero para mí era como música para mis oídos. Si Raphael estaba medio día metido en ese lugar, yo no tendría que preocuparme por él en absoluto. Bueno, al menos no al máximo.
La siguiente parada fue el hipermercado. Le obligué a buscar lo que había consumido durante mi ausencia mientras yo aprovechaba para coger cosas que no tenía, pero sin embargo llevaba un siglo necesitando. A la hora de pagar tardamos más de lo que debíamos porque la cajera, que era una chica bastante joven, se quedó mirándome y pasó como unas tres veces por el lector de barras el mismo producto.
Los saltos en el tiempo absorbían tanto mí tiempo, que casi no podía ni comprar algo tan necesario como leche.
Abrí la puerta de mi casa y dejé las bolsas en la cocina. Raphael me siguió mientras se tomaba con gusto su tan deseado capuchino. Sí. Al final lo había conseguido.
Puse los ojos en blanco mientras empezaba a vaciar la bolsa. Pero entonces sonó mi móvil.
¾ Acaba de sacar las cosas por mí, ¿quieres? ¾Le pedí, mientras me acercaba a la encimera dónde estaba vibrando el aparato del diablo.
<<¿Diga?>>
<<Hola, Gideon ¾Respondió mister Whitman por el otro lado de la línea¾. Ya he arreglado el asunto de la inscripción de tu hermano>>.
<<Ah, mister Whitman. Muchas gracias ¾Respondí, con cierta formalidad>>.
<<Aprovecho para recordarte la misión de esta noche, debes entregarle la carta al Conde>>
<<Sí, lo sé ¾Contesté, cambiándome el móvil de oreja¾ De hecho, ahora mismo iba a prepararme para salir hacía allí>>.
Mister Whitman dijo “Nos vemos” antes de colgar. Me giré hacía mi hermano, que ya había desempaquetado todas las bolsas y estaba recostado en la diminuta mesa de la cocina, mirándome.
¾ ¿Ya te estás largando otra vez? ¿Debes acudir siempre que te llaman esos tipos raros de la logia esa? ¾Preguntó algo molesto, entrecerrando los ojos.
¾ No son tipos raros, Raphael. Ya te he explicado miles de veces que ellos me están ayudando a regular mis saltos en el tiempo. Además su objetivo es salvar la humanidad ¾Respondí, cansado.
¾ Pues eso, raritos ¾Insistió mi hermano pequeño acercándose a la puerta¾ Parece que no voy a poder pasar tanto tiempo contigo como me habría gustado.
Dicho esto desapareció por el pasillo. Solté un largo suspiro. Me guardé el móvil y agarré las llaves.
¾  Me voy ¡No me quemes la casa ni nada por el estilo! ¾Dije a voces, antes de salir por la puerta y dirigirme a mi coche.
Llegué allí en menos de lo esperado, extrañamente la calle no estaba tan transitada como siempre.
Cuando entré en la Sala del Dragón todos me miraron y me dedicaron un saludo. Algunos incluso me regalaron una sonrisa. Mister George me explicó una vez más cuál era el plan. Simplemente tenía que deslizarme por los pasillos, diciéndoles a los guardias cuál era la contraseña y asegurarme de que la carta llega al Círculo Interior.
¾ Muy bien ¾Exclamó mister George, dando un pequeño bote con el que me recordó a una pelota. Tuve que morderme la parte interior del labio para reprimir una risita¾. Ahora que nos hemos asegurado de que sabes lo que tienes que hacer, por favor Gideon, ves al taller de madame Rossini y prepárate para saltar en el tiempo.
Asentí.
Madre del amor hermoso. Realmente odio estos trajes tan frikis. ¿Medias llamativas? ¿Pantalones bombacho? Puaj.
Madame Rossini me dio otra de sus legendarias charlas sobre la importancia de la autenticidad antes de dirigirme hacia la Sala del Cronógrafo.
Aterricé en el mismo sótano oscuro. Encendí la linterna que agarraba con la mano en la que no me pinchaban con el cronógrafo y me encaminé hacía donde mister George dijo que se encontraría el Conde.
¾ ¿A dónde vas, joven? ¾Preguntó una voz detrás de mí.
Giré sobre mis talones y abrí la boca para decirle la contraseña correcta.
¾ No hace falta, ya sé quién eres y qué quieres ¾Me cortó antes de que pudiera decir nada, con un tono amigable¾. Quieres entregarle esa carta al gran maestre, ¿verdad? ¾Preguntó sonriendo, mientras señalaba la carta que sobresalía un poco del bolsillo interior de mi chaqueta.
¾ Sin embargo yo no sé quién es usted, ni si puedo confiar en su palabra ¾Respondí con cierta ironía, arqueando una ceja.
¾ Muy cierto. Mis disculpas. Soy el doctor Harrison. Doctor de cabecera de lady Tilney, y si me permites decirlo, un buen amigo suyo ¾Contestó con una pequeña reverencia.
¾ Aún así no sé si puedo fiarme de usted. Nadie me ha informado sobre usted y no veo porqué debería entregarle a usted la carta.
¾ Muy cierto también. De nuevo me disculpo por mi descuido ¾Dijo mientras se sacaba del bolsillo de su bata un pequeño papelito, algo arrugado¾. Lady Tilney está informada de la llegada de la carta y ha insistido en que me la entregues a mí, para asegurarme de que la carta llega con seguridad y no cae en manos equivocadas.
¾ De eso me puedo encargar yo solo ¾Insistí, sin dejarme convencer.
¾ Eres persistente, ¿eh? ¾Dijo el doctor Harrison, riéndose suavemente¾. Toma, lady Tilney me avisó de que desconfiarías de mí enseguida, así que escribió esta nota.
Me extendió la mano que agarraba la nota y yo la cogí algo dudoso. La leí. Efectivamente parecía la letra de lady Tilney, además que parece algo que ella diría.
¾ ¿Y qué pasa si…? ¾Empecé a decir, sin saber qué creer. Pero el doctor me cortó antes de que pudiera terminar la pregunta.
¾Lady Tilney aceptó colaborar y darte su sangre, no veo porqué no debería seguir participando en todo esto. Debo añadir que es un asunto que le afecta enormemente.
Pues ahí tenía razón. A regañadientes le entregué la carta y volví sobre mis pasos. Iba caminando, pensando en lo que había pasado, totalmente absorto en mis pensamientos cuando un gritito de mujer me llamó la atención. Me estremecí cuando reconocí esa voz. Me acerqué con zancadas a la borrosa figura del final del pasillo. Levanté la linterna y mi ceño se frunció con confusión.
¾ ¿Gwendolyn? ¾La llamé. ¿Estaba soñando? Porque entonces eso sería muy raro. Es decir, ¿por qué iba a soñar con Gwendolyn? ¿Y más en un sitio como éste? Apuntaba directamente a su cara con el foco de luz, así que la estaba cegando. Bajé levemente la linterna y la miré expectante. Entonces me di cuenta de que ella llevaba una linterna también, porque ella bajó su linterna al mismo tiempo que yo. La luz era real, entonces… No estaba soñando, ¿no?¾  ¿Qué haces aquí?
Ella me dedicó una sonrisa encantadora. Casi parecía un ángel sonriendo de esa forma, cosa que me hizo cuestionarme otra vez si eso no era un sueño.
¾Oh, bueno. Es algo difícil de explicar ¾Contestó, risueña. Eso me inquietó un poco. Así que empecé a acercarme a ella mientras le exigía una explicación.
¾¡Dímelo de todos modos!
Ella no dejaba de mirar a un lado, frunciendo el ceño e inclinando un poco la cabeza. Casi parecía que estaba tratando de comprender algo… O a alguien. ¿Es que no estaba sola?
Ella me miró de nuevo y me dirigió otra sonrisa mientras se excusaba y pretendía desaparecer por la esquina por la que había aparecido ante mí como un espejismo.
No iba a permitir que desapareciera de mi vista. Una de las razones es porque temía que se desvaneciera al girar la esquina y confirmara lo que yo sospechaba. Que estaba loco. Me dispuse a agarrarle del brazo. Entonces ella hizo una mueca de desesperación y acto seguido recibí un golpe con algo duro en la sien. Noté como caía al suelo, desplomado. Dolía horrores.
<<Bueno, al menos no estoy loco…>> Pensé, antes de perder la conciencia. 

4 comentarios:

  1. Jajaja Gideon, te importa mas no estar loco que pensar en quien te daria ese golpe, nuevamente me encanto este capitulo porfavor siguela pronto.

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    1. Hahaha ya se preocupará del golpe más adelante :')
      ¡Muchas gracias!
      Por supuesto lo seguiré pronto ^^ me encanta escribir y sobre todo me encanta ver que os gusta lo que escribo, así que voy a estar dándoos la lata un buen tiempo más ;P
      Lo que pasa es que no os puedo asegurar que cuelgue uno este fin de semana.
      Prefiero no prometer nada, por si acaso.
      Besoooos

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  2. Holiwiiis!! OMG!! Has vueltoooo!! Dios, te comia a besos, okno. Xfiiiiin ya era hora, echaba en falta tus capitulos. He estado mirando todos los dias tu blog a ver si subias (menos estos ultimos q mis profes creen que no tengo vida). O dios, que contenta estoy, me tendrias que ver ahora dando saltos x la habitacion jejej. Espero que subas pronto un nuevo capitulo, sin prisas, amo como escribes. Xfavor no vuelvas a desaparecer.
    Besos, Llara.

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    1. ¡Hola Llara! Buah, yo también echaba en falta tus comentarios hahaha
      Te comprendo muy bien, durante todo este tiempo mis profes han estado haciendo lo mismo, pero ahora parece que se han calmado un poco. Así que no te preocupes, tengo intención de acabar el tercer libro, e incluso seguir.
      Te adelanto que intentaré subir el capítulo 9 mañana ;)
      Me alegra saber que te siguen gustando mis capítulos ^^
      Besiitoooos

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