Zafiro: Capítulo 1 (Parte 2)

Bueno, aquí esta la última parte del primer capítulo del segundo libro (uff que lioso ¿no?) He tardado un poco en colgarlo por 2 razones: 1. He andado algo falta de tiempo últimamente, 2. Estaba esperando a que alguno de vosotros comentara la parte 1, para saber vuestra opinión más que nada.
Sé que a algunos os da palo escribir un comentario, que simplemente lo pensáis y felicitáis a la autora/autor mentalmente y os vais (por que yo también lo hago cuando leo fanfics haha) Y de verdad que no quiero agobiaros, pero vuestros comentarios me hacen de guía para saber más o menos como voy (si he empeorado, me mantengo igual o voy mejorando) Necesito saber lo que pensais para seguir progresando, espero que os deis cuenta de la importancia que eso tiene para mi :-) Además tambien quiero saber si he conseguido satisfacer vuestra hambre de lectores haha (me lo acabo de inventar, no se si existe de verdad o no). Bueno eso es todo. Disfrutad!!!

Caminamos en silencio hacia la puerta, y yo se la aguanté a Gwendolyn para que pasara. Me dirigió una mirada que interpreté como un <<Gracias, todo un caballero>> aún que probablemente fuera un simple <<Gracias>>.

Al salir de la iglesia, me adelanté para pedir un taxi. Todos los que pasaban (peatones y conductores) se me quedaban mirando. Seguramente pensarían que era un chalado o algo así.

Tuve suerte y paró uno enseguida. Me giré hacia Gwendolyn que se había quedado unos metros más atrás, observando.

-¿Vienes, Gwendolyn? –Pregunté ayudándome con una leve inclinación de cabeza.

Le abrí la puerta y ella se acomodó en su asiento. Tras cerrar la puerta, me senté yo en mi lado. Gwendolyn estaba muy seria, mirando al frente. Parecía molesta. Decidí mirar por mi ventanilla y no hablar, lo hubiera empeorado todo. Al cabo de un rato, rompí el silencio.

-Pronto serán las seis y media –Dije mientras miraba disimuladamente mi reloj- No es de extrañar que ya tenga hambre.

Capté la atención de Gwendolyn, que pareció despertar y fue entonces cuando por fin me miró de nuevo, en su mirada no percibí ningún indicio de que estuviera enfadada conmigo, de hecho, parecía que estaba de acuerdo. Y mis sospechas fueron confirmadas cuando Gwendolyn se tocó la tripa con las dos manos, mirándola con cara de pena. Justo en ese momento le sonaron las tripas.

No sé cuánto tiempo llevaba sin comer (ni dormir), hacía bastante, eso seguro.

-¿Qué vamos a decir sobre lo de lady Tilney? –Preguntó, al cabo de un rato.

-Bueno… -Empecé a decir, en realidad no lo había pensado. Me rasqué la cabeza. Es más bien un acto reflejo. Siempre que pienso, lo hago. –No es que tengamos que mentir, pero quizá lo más inteligente sería omitir algunos detalles –Dije finalmente, pensando en mi pistola oculta. Había infringido una de las Doce reglas de Oro y me podría meter en un buen lío (en realidad, Gwendolyn también podría meterse en un problema, pero el más perjudicado sería yo, sin lugar a dudas). –Lo mejor será que me dejes hablar a mi- -Me volvió a salir sin querer ese típico tono autoritario. Es comprensible, si estás acostumbrado a algo, la mayoría de veces te sale involuntariamente.

-Sí, claro. Asentiré y mantendré la boca cerrada como una niña buena –Acto seguido, se cruzó de brazos y miró con furia por su ventanilla.

¡Genial! Había vuelto a meter la pata, siempre que abro la boca lo hago (esto soporta el pensamiento que he tenido anteriormente). Des de luego… No tengo remedio. Me uní a ella y miré por mi ventanilla, serio (mi orgullo me podía la mayor parte del tiempo), esperando a que diera alguna señal de que ya no estaba molesta. Seguro que si volvía a decir algo, lo arruinaba todo aún más (Por que hoy no parece ser mi día de suerte). Pero pasó un rato y no dijo nada. Así que decidí hacerlo yo, al fin y al cabo, no podía ir a peor ¿no?

-¿Qué pasa, se te ha comido la lengua el gato? – ¡Maldita sea! Mi tono de voz había sonado como el de un niño pequeño, tratando de reconciliarse con su madre (Y, como anteriormente, en el carruaje, sonaba realmente cortado).

-¿Cómo dices? –Preguntó Gwen, algo confusa. Seguro que incluso a ella le parecía raro que hubiera sonado algo tímido, dos veces en el mismo día (bueno eso del día se podría discutir).

-Mi madre me lo preguntaba siempre cuando era pequeño –Traté de explicarme- Cuando miraba fijamente hacia delante con ese aire obstinado que tienes tu ahora.

-¿Tienes una madre? –Me preguntó Gwendolyn, realmente extrañada y curiosa. Luego pareció darse cuenta de lo estúpida que era su pregunta.

Levanté una ceja. ¿Cómo demonios pensaba que podría haber llegado si quiera a nacer sin una madre?

-¿Qué te creías? –Pregunté sonriendo divertido- ¿Qué soy un androide y que el tío Falk y mister George me ensamblaron?

-No me parece tan descabellado –No tardó en decir- ¿Tienes fotos tuyas de bebé? –Me preguntó mientras se le escapaba una sonrisa, pero no me dio tiempo a contestar nada -¿Dónde están tu padre y tu madre? ¿También viven en Londres?

Aquí sí que me dejó contestar. Negué con la cabeza mientras respondía:

-Mi padre murió, y mi madre vive en Antibes, al sur de Francia. –Y recordé a ese francés que por el simple hecho de que fuera su nuevo marido, creía que eso le convertía en mi padre. Y me dio rabia- Con mi hermano pequeño y su nuevo marido, el señor Llámame-papá-quieres Bertelin. –Realmente no soporto a ese tipo. Empecé a contarle cosas sobre ese hombre (de que trabajaba, que estaba forrado…)

De repente Gwendolyn, que parecía haber olvidado por completo que se había enfadado hace un rato, me preguntó sobre las vacaciones, y lo guay que debía ser tener un yate con piscina. Me hizo gracia, al ser nueva en esto no está al tanto de que a partir de ahora, se acabaron las vacaciones para nosotros. Al explicárselo me respondió con algo más absurdo aún. <<Deberías llevarte el cronógrafo contigo, claro, para ir elapsando y estar tranquilo un rato>> realmente no parecía pensar, esta chica. <<Claro, como que me iban a dejar llevarme el cronógrafo y sacarlo de su protección, además, ¿Qué harías tu mientras tanto?>>  Por fin, pareció caer en la cuenta de lo que le estaba tratando de decir.

Y de nuevo, volvimos a mirar los dos por la ventanilla, en silencio. Estaba empezando a odiar de verdad las ventanillas de los taxis.